Reflexiones

Jesús Vásquez: Reyna y Señora de la Canción Criolla
Por: Walter Humala


La muerte de nuestra reyna y señora de la canción criolla Doña María de Jesús Vásquez, luego de más de 50 años de entrega al engrandecimiento de nuestra cultura musical, de nuestra Peruanidad y demostrando la realidad del talento nacional al mundo entero, pareciera condensar el testimonio de lo que fue su vida misma.

Testimonio de la grandeza de recursos culturales vivos, junto a los históricos, a los recursos naturales y a la biodiversidad, etc., de nuestro querido Perú; es también, testimonio también del maltrato, la indiferencia y la felonía ancestrales de nuestras clases dominantes.

Recuerdo cuándo, en el año 1994 o 1995 del siglo pasado, me encontraba en México, me enteré de “boca a oído” o telefónicamente, que nuestra más grande representante artística llegaría a tierra mexicana junto a otro interprete más joven Manuel Donayre “El Diamante Negro”. Los peruanos que residíamos allá nos creamos una expectativa bastante grande, acorde con los pergaminos artísticos que a ellos les reconocíamos. La intelectualidad peruana en México movilizó a los pintores y dibujantes (que eran varios) que trabajaban en diferentes espacios, a las amistades mexicanas con algún contacto en los grandes medios… y no conseguimos conmover a los “formadores de opinión” a los “orientadores de los gustos musicales” pese a que nuestra María de Jesús había compartido escenario con Pedro Infante y otros grandes de la canción mexicana.

Ante la indiferencia de sus medios o tal vez la protección, así entendida, de su cultura nacional? Los peruanos acordamos hacerle una recepción con un concierto en una casa particular para que no se vuelva con las manos vacías. Manuel Donayre decidió no regresar y, marchó tras el sueño de ser grande en EE.UU. Y si nada se sabe, es que tal vez sus sueños, se hayan convertido en pesadilla.

Algunos pensaran tal vez, que el talento de los artistas de esa generación no son “internacionalizables”…. No como algunos de hoy que son motivo de nominaciones y hasta de algún reconocimiento de alguna entidad internacional y a decir verdad esto no es así. Para explicarnos este punto tendríamos que entrar al terreno de la filosofía misma y la política en el campo del arte, lo único que nos motiva a hacerlo es tratar de encontrar la luz que ilumine nuestra labor institucionalista, nuestra labor artística y ciudadana y si la comparto con ustedes es bajo el impulso de la naturaleza humana de socializar la idea.

Desde mediados del siglo XIX (a fines del siglo XVIII se legisla por primera vez el derecho autoral) comienza a constituirse una corriente humanista que centra su interés en el bienestar social porque se sustenta en el principio de resolver los problemas de la sociedad para resolver los problemas individuales, contrario al precepto vigente en la actualidad, de resolver los problemas del individuo para resolver los problemas de la sociedad.

Dicha corriente se fue fortaleciendo y ya en el siglo XX protagonizó grandes cambios en la fisonomía social del mundo, algunos países cambiaron de régimen político bajo esta conducción, como es el caso de Rusia, China, otro conjunto, con algunas diferencias, fueron parte de este movimiento, Corea, Vietnam, Europa del Este, Cuba, etc. Logrando entre otras cosas resolver el tema de Educación y salud. Para muestra de la significación de esa corriente para la humanidad entera, esta el caso actual de Cuba que he rebasado largamente el nivel académico en America Latina con el presupuesto porcentualmente mas alto de la región para el rubro, siendo el país más pobre.

Bajo la influencia filosófica, ideológica, política y cultural de esta corriente que había logrado gigantescas reivindicaciones humanistas, existía en todos los países del mundo y también en nuestra América Latina un sueño colectivo ¡Otro mundo¡ ¡Otra sociedad¡ . . .

En la primera década del siglo XX se dio la reforma universitaria que permitió a parte de su democratización, una currícula de alta calidad, las expresiones artísticas fueron desarrollándose porque el mercado era exigente, las reivindicaciones culturales cobraron fuerza porque redundaba en beneficio del capital humano y llegaron a tener íconos, héroes civiles o simplemente “hombres fuerza” de la talla de José Carlos Mariátegui, Haya de la Torre, César Vallejo, José María Arguedas, Mario Vargas Llosa, Felipe Pinglo Alva, Ernesto Sánchez Fajardo, Chabuca Granda, entre otros. Independientemente de nuestras afinidades o discrepancias ideológico-políticas, es que, a las sociedades o a las generaciones se las juzga por sus representantes “Hombres Fuerza”

María de Jesús Vásquez, como los artistas de su generación, se forjó bajo la orientación de la sensibilidad por un arte de calidad, bajo la presión de un mercado exigente y bajo los auspicios de empresas que respondían a estas exigencias artístico-técnicas del producto.

A partir del 90 del siglo pasado con la caída del Muro de Berlín y la Unión Soviética, la Guerra Fría llega a su fin, se impone la política neoliberal (que de liberal no tiene nada) y con ella “el mercado lo dirige todo” y como lo único que importa es el éxito económico, como única vía de realización personal, profesional, humana, social, etc. la creatividad artística como científica, la inteligencia, la sensibilidad y la misma persona humana no son mas que objetos de compra – venta en este sistema.

En esta “distorsionada” sociedad, en su esencia misma, las opiniones de toda índole, los descubrimientos científicos, las creaciones artísticas tienen que responder a los dictados del Ranking, Rating y Marketing que son pilares que sostienen el edificio económico político del neoliberalismo, generando a los íconos de nuestra actual sociedad mundial y nacional, héroes del híper individualismo, lideres del consumismo y maestros de bajas pasiones, que por una cuestión de profilaxia mental no podríamos nombrarlos, pero que hay excepciones, los hay, y gracias a ellos y a la herencia que dejó doña María de Jesús Vásquez, podemos mantener la esperanza, y no desmayar en el esfuerzo de volver al cauce histórico del desarrollo de la humanidad.