viernes, 1 de mayo de 2009

Sobre la Tradición en Walter Humala

Para Walter Humala: Me enteré de tu concierto en forma fortuita cerca al policlínico Angamos. Tuve la suerte de ir. Con un fuerte abrazo y mis parabienes, te envío estas líneas disculpándome porque un viaje me impidió hacerlo antes.

CUANDO UN CONCIERTO ES MAS QUE CONCIERTO
“Y tu lengua será palabra de luz y tu palabra,
pincel de flores, palabra de colores que
con tu voz pintará nuevos códices”
Laura Esquivel. “Malinche”.
Cuando le pides, juglar, a las vicuñas y a las tarucas de los cerros y punas, que a la hora de partir te despidan con un silbido, ¿No estarás diciéndoles que este silbido sea de las tonadas que has sabido crear, aquellas que, a lo largo del tiempo, seguirán siendo silbadas por generaciones y generaciones de “vicuñas” y “tarucas”, es decir por quienes –como nuestro pujante pueblo- han sabido desde siempre remontar agrestes punas y cerros?

Empero, no queda allí mi reflexión, porque desde luego, una mente fértil, capaz de hacer florecer una bella rosa roja en el fondo de nuestros corazones y de nuestras pasiones e ideales, creo que, además, se está comprometiendo a cantar mientras tenga aliento, al prometer diciéndoles a las “tarucas” y “vicuñas” que, de igual modo, también él las estará silbando cuando enfrentan a la bala y al fusil. Creo que, en esta canción, has rescatado en la tradicional tonada quechua, el compromiso del hombre para con su realidad.

En otra de tus canciones me hiciste viajar hacia los parajes de la lluvia y el verdor. En suma, la naturaleza misma que acunándonos en nuestra mocedad, también nos hizo conocer el amor transformando en Ángel de nuestras vidas e ilusiones, aunque me viene el recuerdo tu pesar cuando por otro lado cantas que de tanto andar ligero te alejaste para descubrir que la vida misma trajo de vuelta tus pasos, estos sí, cargados de experiencias, para hablarnos no sólo de romances y nostalgias, sino de tragedia como la del palomo que no volviera a su nido, o grandes esperanzas expresadas en el lucero querido, aquella chaska a la que cantas tu alegría de pervivir.

Así, echando a andar la pluma, corro el riesgo de atosigarte de las asociaciones libres de ideas que cada tonada tuya provocan en mi mente, quien sabe si como una deformación profesional. Sólo te contaré que alcancé a darme un abrazo con tu hermana, Raquel, a quien ví contemplarte embelezada al lado de tu memorable viejita.
Te contaré que al día siguiente de encontrarme con tu canto, fui a dialogar con mis padres en el camposanto. Tenía atravesada en la garganta una penita al recordarlos, extrañarlos, sentirlos ausentes. Sólo atiné a silbar la canción que tú le prometiste silbar a las vicuñas y las tarucas. Sentí que la pena se amortiguaba, que la vida es una promesa, siempre, mientras haya sentimientos, ideales, esperanzas y, por supuesto, alguien que, como tú, tenga el genio para expresarlos.
Gracias,
Jaime Jiménez